"Nueva normalidad relativa": ¿Y eso con qué se come?
El día
de ayer el presidente Nicolás Maduro anunció el arranque "para el
próximo lunes" 01 de junio, de la “nueva normalidad relativa,
vigilada y protegida”. Acto seguido, la mayoría de los medios, en
especial los oficiales, titularon: “el proximo lunes arranca la
nueva normalidad relativa”, lo que de inmediato plantea una
situación de hecho distinta a la actual,en el sentido de una
flexibilización del esquema vigente de cuarentena dura.
De por sí, al menos en un momento, el presidente usó exactamente ese término: “flexibilización”, para referirse al plan que se supone arrancará la semana que viene.
Pero a
estas horas del día después del anuncio, es difícil saber a
ciencia cierta qué nos esperará exactamente el lunes siguiente. El
presidente nunca precisó a qué se refería. Además, habló de
fases. Por otra parte, dio a entender que el esquema de clases en el
hogar continúa, si bien anunció que en la semana se harán anuncios sobre la culminación del año escolar. Exactamente lo mismo dijo sobre la gasolina. Y también señaló que la prioridad es
la seguridad y la salud de las familias.De por sí, al menos en un momento, el presidente usó exactamente ese término: “flexibilización”, para referirse al plan que se supone arrancará la semana que viene.
En
fin, como en tantas otras ocasiones, habrá que esperar entonces que
llegue el momento para saber realmente a qué se referia. Si es que
ese momento llega el lunes realmente, pues tampoco sería la primera
vez que anuncios de este estilo se posponen o quedan en el limbo de
las cosas que se anuncian pero nunca se concretan.
¿Es momento de flexibilizar la cuarentena?
Pero adicionalmente, hay que tomar en cuenta algo. Y es que cuesta pensar cómo es que habiendo sido tan celoso el gobierno en el mantenimiento de la cuarentena estricta cuando la curva de contagio crecía modestamente, justo ahora, cuando lo hace exponencialmente, pretende flexibilizarla. No suena lógico. Sobre todo considerando que según los modelos y protocolos de la OMS utilizados y defendidos a capa y espada por el gobierno, habría que esperar al menos un par de semanas para saber cuantos contagios “comunitarios” se derivan de los “importados” que han rodado por casi toda la república desde que se flexibilizó el protocolo de recepción de los migrantes retornados. Por último, pero no menos importante, todo parece indicar que el nuevo epicentro de la pandemia global se está desplazando -si es que no lo hizo ya- a nuestra región, siendo que tenemos dos de los focos más grandes justo al lado y con fronteras muy permeables: Brasil y Colombia. Países además hostiles, a uno de los cuales el presidente hace menos de una semana acusó de tener un plan para contagiarnos masivamente.
Así
las cosas, cuesta pensar cómo puede ser dicha “nueva normalidad
relativa”. Y en lo concretó, en qué se puede diferenciar de la
“normalidad relativa” en la que ya estamos inmersos a
consecuencia de la cuarentena global. Normalidad relativa que, a su
vez, se montó sobre la otra “normalidad relativa” que traíamos
de antes, derivada de nuestra propia situación interna económica,
política y social.
La normalidad relativa realmente existente.
Por
otra parte, cualquiera que salga a la calle así sea a pocas cuadra
de sus casas, se habrá percatado que, en la práctica, la cuarentena
viene siendo levantada por la población. Cada vez son
más los locales comerciales “no esenciales” que están abiertos
incluso en centros comerciales. Y el tema del distanciamiento social
también ya es bastante relativo. Seguramente eso tiene tantas
explicaciones -incluso culturales- como casos de personas saliendo a la calle pueden haber. Pero en
lo concreto, destacaría dos.
La
primera es que, a medida que la gente sale y “no le pasa nada”, suele
asumir más riesgos. En sentido estricto, eso es una heurística
tramposa a la hora de evaluar peligros que en muchos casos conduce a
la toma de decisiones erradas. Pero bueno, el tema es que opera en la
práctica y la gente la aplica.
Y la
segunda, es que a la hora de evaluar los riesgos la gente,
sin necesariamente ser experta en inferencia o control de pérdidas,
suele ponderarlos con otros. De tal suerte, en el caso concretos que
nos ocupa, parece bastante obvio que la mayoría entiende que las
posibilidades de contagiarse de coronavirus son más bajas que las de
morirse de hambre, o en su defecto, pasar penurias en el encierro.
Si
pudiéramos graficarlo, diríamos que en algún punto la línea del
éxito que hasta ahora ha tenido la política epidemiológica del
gobierno, se cruza con la de la inexistencia de una política
económica que le sirva de soporte, dando como resultado que en vez
de la economía ponerse al servicio de la epidemiología le está
conspirando. Traducción: la manifiesta falta de apoyo a los hogares
(dejando de lado las transferencias vía carnet de la Patria, que en
sentido estricto, no califican ni como ingreso de subsistencia, y el
Clap, que sí, pero con sus resabidas limitaciones), está empujando
a la gente a las calles en búsqueda de la subsistencia.
Si
esto provocará la agudización que hasta ahora no hemos
visto del factor de contagio, está por verse. En cualquier caso, como
ya dijimos, si los modelos de la OMS que hasta ahora han servido para
justificar la cuarentena siguen siendo válidos, debería ser así. Y
de hecho, hasta el día anterior del anuncio de la flexibilización,
los propios voceros del gobierno en su alucución acostumbrada de las
tardes llamaban a reforzar la cuarentena, siendo que la
etiqueta MINCI en tuiter era, precisamente, #CuarentenaExtendida. A la hora que
escribimos este texto la que intentan posicionar reza:
#CuaretenaYProduccion.
En
virtud de lo anterior, habría que considerar si las razones para
llamar a una flexibilización de la cuarentena y marchar hacia una
nueva “normalidad relativa”, responde a criterios epidemiológicos
razonados del tipo “ya lo grave pasó”. O si en cambio se trata de un intento de
oficializar la flexibilización que viene ocurriendo en la práctica a
medida que se agrava la situación económica de los hogares,
aderezada por la cada vez más compleja situación de los servicios. Entendiendo por tal que se comienza a sentir con más fuerza en
Caracas lo que se padece en la provincia, donde la falta de
agua, electricidad, gas, gasolina, etc., son hace rato “la nueva
normalidad relativa”.
Si es
lo primero, habría que explicarlo bien, pasando por aclarar por qué
si ahora hay más casos y los contagios se aceleran, existe menos
riesgo para la población que antes al salir a la calle.
Y si es lo
segundo, entonces habría que considerar si la flexibilización de la
cuarentena es la solución. O más bien lo que tendría que flexibilizarse es la
política económica restrictiva y regresiva que insensible al coronavirus se
sigue aplicando.
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