Baptista por Baptista: un par de aclaratorias en torno a la obra de Asdrúbal Baptista y su experiencia gubernamental.



Es casi imposible hablar de cualquier muerte sin caer en lugares comunes. Y más aún, si se trata de la de alguien como Asdrúbal Baptista.


Basta decir de mi parte que se trata de una noticia bastante triste. Que en mi criterio ha sido el economista más brillante por muy lejos de los últimos 50 años en el país, uno de los más brillantes del continente, y seguramente, quien más ha aportado a la comprensión de la peculiaridad económica venezolana. Tanto aportó que legó una categoría hoy de uso corriente: “capitalismo rentístico”.



Pero a pesar de esto, o puede que por esto mismo, también se trata de un autor poco comprendido, y muchas veces, utilizado como muletilla para proyectos que no son los suyos. 

En manos de los neoliberales su “capitalismo rentístico” se volvió un fetiche para justificar privatizaciones y aperturas a las inversiones extranjeras. Y en manos de cierta izquierda, un pasticho donde se mezcla extractivismo ingenuo con críticas moralistas cuando no clasistas al “populismo”. Hoy se le usa para mercadear la “liberación de fuerzas productivas” y se habla mucho de “pos-rentismo”, lo que en no pocos casos es una manera de justificar privatizaciones y subsidios al sector privado pero lavado con retórica de la editorial Progreso. Incluso para avalar "socialismos de mercado" al modo chino se le ha usado.    



Seguramente, en no poca medida, el lenguaje por los momentos críptico de Baptista, ese estilo referencial que lo mismo cita a Marx que Smith en una sola frase, su uso y abuso de categorías macro convencionales así como el recelo para torear polémicas partidistas, han contribuido a ello. Pero también es verdad que en su momento supo fijar posición en torno a temas que vale la pena recordar.



Así las cosas, en ocasión de su deceso y como manera de rendirle homenaje, he recabado unas citas de Baptista que me parece aportan luces sobre cosas que no dijo, o más bien, muestran qué pensaba en realidad sobre cosas que muchos dicen en su nombre sin haberlas dicho él jamás.



En primer lugar, citaré un fragmento de una extraordinaria entrevista que le hizo Héctor Bujanda si mal no recuerdo originalmente para Contrapunto, pero que ya no se consigue en la misma y solo está publicada en forajidos de la net. Acto seguido, unas consideraciones que hace sobre otro lugar común mal asociado a su obra: la asimilación del capitalismo rentístico como versión tropical de la llamada “enfermedad holandesa”. En este caso cito un fragmento de su célebre Teoría económica del capitalismo rentístico y otro de un texto escrito en ocasión de un homenaje en memoria del economista brasileño Celso Furtado, exponente del estructuralismo latinoamericano y quien, habiendo vivido en nuestro país unos años, se dedicó al estudio de la economía venezolana.



Por último, citaré fragmentos de comentarios donde narra su corta experiencia como ministro del segundo gobierno de Rafael Caldera.



Sobre el “rentismo” y la “superación del rentismo”

Ante una pregunta del periodista Bujanda en torno a los “arreglos sociales que produce la renta petrolera”, Baptista responde lo siguiente:



La palabra renta yo no la he vuelto a utilizar. Yo la usé y de repente se te va de las manos, de manera que, a cuenta de la riquísima polisemia que ella lleva consigo, pues hoy se usa en expresiones con las cuales no me siento para nada cómodo. Esta palabra, treinta años después de utilizarla, termina en los usos normales de la vida social, en apelaciones como “hay que superar el rentismo”. El rentismo termina siendo entonces una actitud que se aprecia como inadecuada, como impropia, no cónsona ni calzante con lo que debieran ser las cosas: como la negación del deber ser. No puedo repetir una definición de esta naturaleza porque no tiene sentido.



Sobre la “enfermedad holandesa” de la economía venezolana

"La dependencia cultural en los círculos académicos nuestros tiene manifestaciones de diverso carácter. Una de ellas, muy usual y apreciada, consiste en utilizar nombres o apelativos extranjeros para nombrar la realidad nuestra, o en denominar rasgos de nuestras cosas e identificadas con instrumentos conceptuales propios o descubiertos con toda la profundidad del caso, usando algún recurso lingüístico foráneo...


(...) los estudiantes de Economía de hoy, para granjearse quizás la simpatía de sus profesores, quienes a su vez suelen coquetear con sus colegas extranjeros, se han dado en llamar, con razones que no son históricamente las más importantes, «la enfermedad holandesa» (...) a lo que bien podríamos llamar, no sin alguna soma, 'la enfermedad de Guaicaipuro'..."


En su TECR profundiza al respecto: 
"Las décadas de los sesenta y setenta atestiguarán los descubrimientos de importantes recursos de hidrocarburos en países ya muy desarrollados. En particular, Gran Bretaña, Holanda y Noruega se convertirán pronto en importantes proveedores dentro del mercado mundial, en un tiempo cuando los precios del petróleo experimentaban o estaban por experimentar alzas muy grandes.



La combinación de estos hechos concurrentes produjo efectos económicos diversos. A la suma de ellos se la bautizó como Dutch disease o “enfermedad holandesa”, por la buena razón de que Holanda fue una de las economías especialmente afectada. Una apreciación pionera hizo la precisión conceptual del caso, cuyo contenido es muy sencillo. “[Por la enfermedad holandesa se alude]… a la coexistencia dentro del sector productor de bienes transables de subsectores en progreso o declinantes, en auge o en condición de quedarse relegados”. Y a renglón se acota: “El subsector en auge es extractivo, por lo que es entonces el sector manufacturero tradicional expuesto a presiones…



Pero el análisis igualmente se aplica a situaciones donde el sector en expansión no es extractivo, tal como el desplazamiento de industrias viejas por actividades tecnológicamente más avanzadas…” (Corden, 1982: 825). Y para concluir se ofrece el meollo del tema en escrutinio: “El propósito del análisis es explorar la naturaleza de las presiones hacia la desindustrialización” (ibíd., 825). Estas últimas, por lo demás, se asocian con la apreciación real del tipo de cambio, que el autor con buen criterio señala “no como una causa de la desindustrialización sino como un síntoma del ajuste de la economía hacia un nuevo equilibrio siguiendo al auge” (ibíd., 841).



Hasta aquí, desde luego, de lo que se trata es de una proposición de carácter económico muy significativa, con un claro condicionamiento histórico dominado por el carácter desarrollado de las economías bajo estudio, de una óptica temporal, dígase, de mediano plazo, y con una suerte de inteligente apertura hacia temas de política económica, en particular la referente a la posible orientación del mayor gasto público financiado con los ingresos (impuestos) extraordinarios resultantes del auge. A todo ello es preciso agregar la extrema cautela asumida por el autor para asegurarse que del análisis llevado a cabo no se desprende una tesis alusiva a la declinación o colapso absoluto del “crecimiento[económico]”.


Dichas así las cosas, el cuerpo teórico tras la llamada “enfermedad holandesa” aparece claramente como expresión de una situación histórica particular, por demás previsible y claramente discernida con mucha antelación, dentro de una visión más general del proceso de desarrollo del capitalismo rentístico (vide Merhav, 1973). En modo alguno, sin embargo, tiene los elementos generales para conformar su teoría.”


Baptista como ministro:

Durante el segundo gobierno de Rafael Caldera, Asdrúbal Baptista fue llamado a formar parte del equipo de gobierno. Fue en la primera etapa de dicho gobierno, cuando aún no se había impuesto el ala neoliberal que finalmente lo haría al calor de la hiperinflación de 1996, y que, entre otras cosas, supondría la firma de un segundo acuerdo con el FMI llamado Agenda Venezuela.



Solo duró tres meses en el cargo de Ministro de Estado para la Reforma de la Economía de Venezuela, despacho sin cartera creado para darle cabida como consejero experto con rango ministerial, y que de hecho, se eliminó a su salida. A propósito de esta experiencia, en su Itinerario por la economía política, Baptista cuenta lo siguiente:



"En mayo de 1992, aún en Harvard, recibí una llamada del secretario privado del doctor Rafael Caldera. Por su intermedio me invitaba él a que nos reuniéramos en Nueva York el 24 de julio siguiente. La certidumbre que me acompañaba para este momento de que el país debía enfrentar con gran energía una redefinición de su estrategia petrolera, prevaleció en mi pensar de esos meses, así como en la conversación que tuvimos. Cuando arrancó el año siguiente, estando yo ya en Venezuela, me hallaba metido en el mundo de la política. Mi propósito personal, así le pido al lector que lo tome como palabra buena, no era otro que preparar la reforma petrolera que superara el gran hito que fue la de 1943, y que por ser de índole rentística había agotado su vitalidad. Nuestra tarea, de llegar a ser gobierno, y vista desde mis ojos como la casi única y fundamental, era la de sentar las bases para una nueva política petrolera que, entre otras cosas, coadyuvara a restaurar los circuitos de la acumulación de capital interrumpidos desde 1976.
 
Hice de jefe del Programa de Gobierno de Rafael Caldera en la campaña de 1993.Lo que yo escribí está contenido en un libro que nunca se hizo circular, Respuestas a la crisis: bases para la obra de gobierno de Rafael Caldera (1993). Allí se reiteraba la condición de riel que tenía el petróleo para la historia del país -la vivida y la por vivir-, con esa distinción ya rigurosamente establecida por Bernard (Mommer) y por mí, para el ámbito petrolero, entre su cara rentística y su cara productiva. Lo que sí se entregó al país fue un folleto llamado Carta de intención con el pueblo de Venezuela. Mi responsabilidad no estaba allí en juego. Más adelante, en mis breves funciones públicas, escribí un ensayo que llamé En razón del futuro: líneas maestras para una estrategia económica' (2004).


Aquí, para todo fin práctico, pensaba yo que había llegado al final de mis investigaciones sobre la cuestión del petróleo y su influencia en laeconomía nacional. Antes de cumplir cuatro meses en el gabinete, el 30 de mayo de 1994, le entregué al Presidente mi carta de renuncia. Junto con ella le dejé un largo documento, que no sé si conservará entre sus papeles presidenciales.



En julio de 1993 reventó ante mis ojos la inminencia de la aprobación por el Congreso de la República del llamado Proyecto Cristóbal Colón. La esperada apertura petrolera estaba en acelerada marcha, pero ni el país ni su liderazgo político estaban en cuenta de lo que se venía encima. Las semanas siguientes fueron frenéticas. El proyecto tenía un solo propósito: abrir un boquete en la legislación existente por donde habría de colarse todo lo que venía. ¡Palabras proféticas, si alguna vez en la vida se me dieron! Escribí con afán en la prensa; fui a la televisión; me entrevisté con el Presidente de la República para hacerle ver que toda vez que se lo había habilitado para legislar y lo iba a hacer, sobre sus hombros recaería la reforma de leyes que requerían de una sana discusión democrática. Pelea fútil. El país no tenía fuerza para defender sus derechos. Por esos meses acuñé una expresión que hoy puedo repetir con la misma intensidad de ánimo: «la renta del petróleo no es el futuro del país, pero sin la renta del petróleo no tenemos futuro». Teníamos que luchar por la renta, ya objetivamente en merma, hasta en el último centavo. Y ello no fue lo que se hizo. El boquete se abrió y lo que vendría en los años subsiguientes habría de moverse a sus anchas.
 
La nación no tenía dolientes; El tiempo rentístico de Venezuela estaba en sus estertores. Cuando con estos antecedentes fui al gabinete ministerial unos meses luego, y experimento desde dentro del Estado mismo cuál era su capacidad de sostener los intereses del país, mi conclusión no pudo ser más desoladora. Le renuncié al Presidente muy pronto. Antes, acaso algo menos de un mes antes, el 27 de abril de 1994, en nombre del gobierno anuncié unos rasgos de la política petrolera: mi visión de la política petrolera. Se publicó luego, y su título ya lo he indicado: En razón del futuro: líneas maestras para una estrategia económica. En diciembre de 1994, el día cuando el Presidente Caldera se fue a Miami para la Cumbre de Presidentes convocada por el Presidente de EE UU, anunció al país la apertura petrolera. Sus palabras fueron entonces las que de algún modo se le habían preparado para el 2 de febrero, el día de su juramentación. Ya nuestra capacidad de maniobra, si es que la teníamos cuando yo así lo creía, era en el mejor de los casos mínima. El posrrentismo iba a tener que vérselas sin la renta que en buena lid económica podíamos cobrar.”


Sobre este mismo tema, en la misma entrevista que hicimos mención al inicio, cuenta lo siguiente:



Voy a contar una anécdota: yo volvía en el avión con el presidente Caldera de la Asamblea de Fedecámaras, que se celebró en julio de 1993, en Maracaibo. Estábamos en plena campaña electoral. La conversación se tornó jovial, hablábamos con cierto grado de confianza. En algún momento dado, el diálogo se desvió hacia el petróleo ¿de qué otra cosa puedo yo hablar si no es de petróleo? Y el presidente Caldera me sugiere ”ya veremos qué hacemos con el petróleo, pero eso no es lo decisivo, Asdrúbal”.

-¿Cuántos meses estuvo como ministro de Cordiplan?

-Yo duré tres meses.

-Caramba.

-Rápidamente me di cuenta de que ahí no cabía. Para mí, el diálogo en ese avión, que había ocurrido meses antes de que ganara las elecciones el presidente Caldera, fue el supremo pitazo. El petróleo, a decir verdad, no estuvo presente en los años 80 ni a comienzos de los 90. No estuvo presente durante el gobierno de Caldera, tampoco cuando el Presidente Chávez llega al poder. Se le hace presente el asunto entre 2002 y 2003, y eso marca en muchos sentidos lo que será su propio gobierno”

Comentarios

Entradas populares de este blog

Messi y la "dolarización" de la economía venezolana

La dolarización como Cisne Negro y la ley Anti-bloqueo

¿pos-rentismo o pre-rentismo?