En
la nota
inmediatamente anterior a esta nos preguntábamos sobre las
razones del gobierno nacional para flexibilizar la cuarentena,
flexibilización puesta en práctica hace una semana pero ya
modificada en el camino.
La
pregunta venía al caso pues nos parece contradictorio que, habiendo
sido el gobierno tan celoso en el mantenimiento de la cuarentena en
su versión dura cuando el crecimiento de los casos era modesto y el
epicentro de la pandemia estaba en otros continentes, justo ahora,
cuando los casos suben exponencialmente y el epicentro se ha volcado
hacia latinoamérica, le haya dado por relajarla.
Pero
además, la contradicción no resulta solo con el accionar del
gobierno, reconocido como fundamental a la hora de evitar un contagio
masivo de proporciones catastróficas similar al de Brasil, por solo
poner un caso vecino, o lo observado en Italia y España. También se
da con todo el relato OMS utilizado para justificar las cuarentenas a
lo largo y ancho de planeta y del cual el gobierno venezolano ha sido
entusiasta propagandista. Y en este relato se incluyen todas las
alertas hechas en torno a que la ansiedad de levantar las cuarentenas
cree las condiciones para segundos brotes peores a los observados.
De
más no está tomar en cuenta que en la mayoría de los casos en que
la cuarentenas han sido levantadas o flexibilizadas, dichos brotes se
han sucedido con mayor o menor fuerza. Y e los que no, los están
esperando.
¿Ya
lo peor pasó?
Ahora,
en torno a esto último, hay que tener presente que para hablar de un
segundo brote, por lógica, debe suponerse que ya el primero pasó. Y
en el caso venezolano ese parece estar muy lejos de ser el caso.
Es
decir, en casi todos los otros países donde las cuarentenas han
venido siendo flexibilizadas, pasa porque previo la curva de la
pandemia comienza a tener un comportamiento en un U invertida. Esto
es: se alcanza un pico de contagios que comienza a declinar.
No obstante, puede ocurrir que dicho comportamiento sea un peligrosos
espejismo, en el sentido que la declinación de la curva de contagios
se deba a una ralentización explicada
por la variabilidad de la tasa de crecimiento de la pandemia que a su
control definitivo o que haya tocado techo. Así las cosas, de un
comportamiento en U invertida podemos pasar inmediatamente a uno en W.
(Y valga decir que en nuestro caso lo de la U invertida todavía no aplica).
En
sentido estricto, para que la declinación de casos se debiera a su
control tendría suponerse un escenario óptimo en el que ya
existiese una vacuna y esté disponible en cantidades suficientes
para cubrir a la población, lo que le brindaria una inmunidad
potencial en una proporción de al menos un 80%, contando a quienes
se inmunizan por haberse enfermado y recuperado.
Un
escenario sub-óptimo sin vacuna daría cuenta de aproximadamente un
66% de la población ya inmunizada por haberse enfermado, que es un
poco la cuenta que sacaban los británicos y los suecos (y ya vimos
lo que pasó).
El
tema es que en último caso el costo de vidas humana, social y
económicamente hablando seguiría siendo enorme, en un drama que en
nuestras latiudes y condiciones podría hacer que lo de Italia y
España parezca un resfriado. Probablemente resultaría algo más
parecido a lo que se proyecta sobre Brasil, si bien hay que
considerar que la actitud y preparación de ambos gobiernos hace una
gran diferencia.
No
obstante, como quiera, lo cierto es que estamos lejos de este
escenario de dos tercios de la población ya inmunizada, en nuestro
país y en el mundo. Y en la medida que no existe vacuna todavía, es
obvio que el escenario óptimo a estas alturas es una utopía.
Incluso Nueva Zelanda, que acaba de anunciar el fin de la pandemia al
recuperarse el último caso activo, es esceptica a la hora de
asegurar que ya no tiene de qué preocuparse
Lo
cual quiere decir, si me he sabido explicar, que desde el punto de
vista de las matemáticas de las pandemias, acá en Venezuela lucimos
muy lejos aún de poder decir que ya lo peor pasó.
¿Tenemos
certeza de qué pasará?
También
hay que decir que por más elegantes y sofísticados que sean los
modelos matemáticos que utilicemos, ninguno ofrece garantías de
predecir con exactitud lo que va a pasar. De hecho, todos los
utilizados hasta la fecha para proyectar casos en otros países, se
manejan sobre márgenes de error de entre 15 y 30%, lo que en sentido
estricto es casi igual a decir que no son fiables.
El
que esto sea así se debe a muchos factores, pero en lo que aquí
concierne vale la pena resaltar tres que me parece pueden englobar a
todos los otros o al menos varios.
El
primero y más obvio es que las proyecciones suelen hacerse en un
escenario ex ante, que cambia si las condiciones del escenario
son modificadas. El mejor ejemplo de ello es la cuarentena: todas las
proyecciones que se han hecho parten de escenarios sin cuarentena, y
al instalarse éstas necesariamente cambian las condiciones de
propagación al reducirse la movilidad. Parece de cajón cuando se le
dice, pero se trata de algo no siempre tomado en cuenta a la hora de
discutir el tema.
El
segundo factor pasa por tomar en cuenta que los modelos matemáticos
dependen de la información que se le suministre, y si esa
información es deficiente, entonces la proyección también lo será.
Hasta
los momentos, según una declaración
reciente de la vicepresidenta Rodríguez, en el país se han
aplicado 1 millón 9 mil 524 tests de despistaje de covid-19, lo que
representa 33 mil 651 pruebas por millón de habitantes. Eso es más
del doble que cualquiera de los otros países de la región, capaz
con la sola excepción de Argentina. Pero es más o menos la mitad
del promedio de las realizadas por países de otras latitudes. Y esto
influye en cualquier modelación que se pueda hacer de la
trayectoria.
Y
el tercer factor, que a mi modo de ver es el más importante, es que
por mejor y más informados que sean los modelos, en muchos aspectos
la trayectoria de una pandemia es impredescible en la medida en que
la más ligera influencia de alguna variable sobrevenida o no
debidamente tomada en cuenta, puede cambiar radicalmente el curso de
los acontecimientos. Quizás valga la pena recordar aquí para
graficar el punto el célebre “efecto mariposa”, según el cual,
el aleteo de una pequeña mariposa en Plaza Venezuela puede
desencadenar un tifón en Okinawa.
Lo
ocurido en Margarita, en Bolívar con la comunidad Pemón, en
Maracaibo con el mercado de las pulgas o el insólito caso de los
“confinados” en el hotel Anauco de Parque Central, los cuales
recibieron visitas de familiares que luego llevaron el virus a sus
lugares de residencia, puede ser ese aleteo.
O
que se ponga en funcionamiento el sector construcción, que demanda
una gran cantidad de mano de obra de sectores populares densamente
poblados, en el caso de Caracas incluso proveniente de ciudades
periféricas como las de los Valles del Tuy, a donde hay que
trasladarse en metro o transporte público.
O
las colas de la gasolina, que ya vimos como se pusieron.
El
mismo presidente en su intervención de ayer domingo, reiteró su
denuncia en torno a los intentos desde Colombia de propagar el Covid
en nuestro país como una suerte de arma biológica que se vendría a
sumar al repertorio más amplio de la “guerra no convencional”.
Para eso se han reforzado los controles fronterizos y endureció la
cuarentena de los retornados, volviendo al esquema inicial que se
modificó y provocó las fugas de los contagiados. Pero en ese mismo
momento el presidente reconoció que dicho control militar-policial
no es impermeable y que hay gente -mucha gente- que ha pasado por
trochas y luego circulado por distintas zonas del país. El aleteo de
esas pequeñas fugas puede ser suficiente para desencadenar el tifón
de un contagio masivo.
En
fin, estas alturas de las cosas lo que sabemos es que las epidemias
se caracterizan por dinámicas exponenciales o cuasiexponenciales, en
las que no solo hay fases de cambio muy rápidas sino en las que no
podemos subertimar los números pequeños. Y cuando hablamos de
números “pequeños” debemos estar conscientes que muy
probablemente estamos sufriendo de una distorsión perceptiva
provocada por la comparación no muy rigurosa con número “más
grandes”. Es decir: que la curva de contagios nuestra se haya
mantenido aplanada -que ya no lo está- y los números no sean
tan desesperante como en otras latitudes, no quiere decir bajo ningún
concepto que no esté pasando nada o no pueda pasar. Tal vez el tema
es que nuestro momento aún no ha llegado.
De
todos modos, habrá que esperar al menos una semana para ver los
efectos que la flexibilización de la cuarentena (la oficial, pues la
extra oficial tiene rato ya dándose), en el sentido de si el aumento
de la circulación e interacción de personas esta semana que pasó
ha propiciado un mayor número de contactos. Detalles para
tener presente: lo más peligrosos de la dinámica de propagación
del covid, es que su periódo de incubación hasta que comiencen a
manifestarse los primeros síntomas es largo (entre una y dos
semanas), pero además, los portadores asintomáticos igual pueden
contagiar a otros apenas se hayan infectado ellos.
Por
lo pronto, y ya para terminar, creo no está de más recordar acá la
moraleja del cuento aquel que todos hemos escuchado alguna vez sobre
el rey que aceptó pagar al sabio que inventó el ajedrez un grano de
trigo por la primera casilla, dos por la segunda, cuatro por la
tercera y así sucesivamente, doblando la cantidad anterior hasta
llegar a la casilla 64 del tablero. Al principio se sintió ofendido
y subestimó la petición del “humilde” sabio. Pero acto seguido,
sobrado, ordenó de inmediato a sus ayudantes corrieran a
pagarle antes que se arrepintiera y pidiera algo más valioso. Para
cuando se dio cuenta que tenía que pagar 18 trillones de granos al
llegar a la última casilla ya era demasiado tarde.
El
cuento es apócrifo y claramente una exageración (no alcanzaría
toda la producción mundial actual de trigo para pagar la deuda del
rey) pero lo que importa es la moraleja si cambiamos granos por
personas contagiadas: en materia de pandemias no debemos subestimar
los números pequeños, pues si no está controlada, de la noche a la
mañana se nos pueden transformar en números gigantes que ya no
podremos manejar.
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